El infranqueable legado de Neil Young

Asier Miner
3 min readDec 10, 2021

La historia del rock ha alumbrado pocas figuras tan imponentes como la de Neil Young. La carrera del canadiense es absolutamente incomparable. A sus 76 años, el de Toronto no se conforma con haber grabado un buen puñado de obras maestras, sino que mantiene intacta su vena artística y su deseo de explorar nuevos caminos. Para su último trabajo, Barn, ha contado con la impagable colaboración de Crazy Horse, su legendario grupo de apoyo que le acompañó en obras tan imprescindibles como Everybody Knows This Is Nowhere (1969), On The Beach (1974), Tonight`s The Night (1975), Zuma (1975) o Rust Never Sleeps (1979).

Young, con Crazy Horse o sin ellos, nunca ha perdido su magia compositiva. Es cierto que ha alcanzado con cuentagotas la genialidad desplegada a lo largo de la primera década de su discografía, donde cada lanzamiento constituía un acontecimiento memorable. Desde el intimismo de After the Gold Rush (1970) o Harvest (1972), dos obras capitales, hasta la incandescencia de Live Rust (1979), un directo arrollador que cierra su época dorada, nada de lo que publicó el canadiense fue menos que sublime.

Los años 80, como en el caso de muchas estrellas de los 60 y 70, fueron tiempos difíciles para él. Problemas con sus discográficas y álbumes menores fueron la tónica habitual de una década para olvidar, en la que la reputación que Young se había labrado fue decreciendo de forma paulatina. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, en 1989 recuperó el pulso perdido gracias a Freedom, cuyo lanzamiento supuso un regreso por todo lo alto. Himnos como “Rockin`in the Free World” o joyas como “Eldorado” contribuyeron notablemente a que Young adquiriera nuevamente tanto el beneplácito de la crítica como el del público.

Al año siguiente, 1990, se confirmó que el gran nivel del disco anterior no fue casual. Ragged Glory, con Crazy Horse, lo catapultó hacia su mejor versión. Canciones imperecederas, el caso de “Over and Over” o “Love to Burn”, y un sonido tan potente como compacto, conducido por guitarras que rugen como leones, otorgaron a este álbum un merecido estatus icónico dentro del grueso de su trabajo.

Su producción posterior oscila entre lo notable, lo digno y lo mediocre, pero con Neil se posee la certeza de que la autocomplacencia nunca es una opción. Siempre vigente, imaginativo, desempolvando tesoros perdidos en sus archivos, es extraño el año en el que no entrega una nueva publicación, ya sea en estudio o con alguno de sus directos.

Con Barn, estrenado hoy, viernes 10 de diciembre, vuelve a vías anteriormente recorridas y a sus recetas habituales, aunque este hecho no impide que el álbum suene completamente original. Con un sonido marca de la casa, crudo, directo y seco, y unos instrumentos ayudando a exprimir cada gota de emoción de las composiciones, el resultado es por momentos embriagador. El corte inicial, “Song of The Seasons”, nos transporta a los pasajes de Harvest por su delicada armónica y la atmósfera conseguida. Sin duda, una de las mejores canciones que Young ha escrito en mucho tiempo.

Por contra, la dosis de adrenalina y poderío exhibido en sus discos más salvajes hace acto de presencia en “Heading West” o “Canerican”, ambas con todo el grupo ofreciendo lo mejor de sí y demostrando que los años no pasan para ellos. Los elaborados estribillos de estas composiciones permiten que se coloquen entre lo más destacado del trabajo, pero el puesto de honor al mejor tema le corresponde a “Welcome Back”, una portentosa balada cocinada a través de unas líneas de guitarra subyugantes y una espléndida interpretación vocal de Young.

El resto de canciones poseen un buen nivel, pero no alcanzan la altura de las ya mencionadas. Con independencia de algunos momentos más distendidos o menos impactantes, que después de 41 álbumes el canadiense siga entregando obras de esta profundidad y aplomo resulta pasmoso. Su trayectoria apenas tiene precedentes. Acaso solamente es comparable a la de otro gigante, Bob Dylan. Ambos son un claro ejemplo de que el talento y la inspiración pueden ser intermitentes, que las musas son a menudo caprichosas, pero que la edad no mata al artista, sino que lo hace más sabio. Una nueva lección de un Neil en constante búsqueda de sí mismo y que, claro está, continuará iluminando la existencia de todos nosotros con su infranqueable legado.

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Asier Miner

“Hago música para reparar mi alma y, con suerte, ayudaré a reparar las de los demás “ - Bruce Springsteen